Anclajes

05 / Octubre / 2021

E l premio novel de Medicina en 1904 realizó un experimento con su perro. Cada día, hacía sonar una campanilla y a continuación le daba de comer a sus perros. Tras repetirlo en varias ocasiones descubrió que con solo hacer sonar la campanilla los perros ya salivaban, aunque no tuviesen la comida delante suyo. En psicología, a este tipo de anclaje se le denomina: «reflejo condicionado».

Lo que no sabemos es que en nuestro día a día, cada uno de nosotros está condicionado de alguna manera por muchos de este tipo de anclajes. El olor a café por las mañanas parece que ya nos activa y nos hace sentir mejor, comprar un número de lotería, el olor de un perfume determinado, el aroma del pan tostado… Pero no todo es tan inofensivo. Hay anclajes que nos hacen sufrir, como por ejemplo aquellos recuerdos de experiencias desagradables. Si tu primera relación con un chico fue traumática, quizás tengas miedo de volver a tener otra o, al tenerla, sufras ansiedad porque despertamos esas asociaciones internas (esos anclajes), que seguimos arrastrando en la actualidad.

Durante toda la vida vamos creando dichos reflejos condicionados sin apenas darnos cuenta: alegrarnos cuando suena el timbre del colegio, ponernos de los nervios cuando oímos el sonido de un mensaje de Whatsapp, alegrarnos cuando el sonido que suena está asociado al chat de mi mujer (sin antes haber leído los mensajes)…

Cuando era joven, me preguntaba si todas esas personas que llevan colgantes y pulseras con cuarzos, amatistas, con el típico ojo de tigre, lo hacían porque creían en sus propiedades o sencillamente lo hacían porque les hacía sentir más seguros. Lo mismo me pregunto con los tatuajes que ahora están tan de moda…



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